martes, 22 de julio de 2014

LA LAGUNA DEL COCHENTO


              Cochento tiene hasta ahora en la cumbre una laguna que con las lluvias se aúna, y en Enero se aminora: de otro tiempo aves cantoras llenaban de melodías el bosque que las cubría de sombra y verdor lozano en invierno y en verano de noche como de día.
 
      Y entre el río y el Cochento entre Mulchén y Lapito hay un prado pequeñito al reparo de los vientos; promediando el novecientos podía verse la ruca en esa hundida tierruca donde el sol del amanecer tardaba en comparecer al reclamo de las diucas.
 
       En tal sitio y coyuntura, joya de un rústico estuche, vivió una niña moluche, de aventajada hermosura, tanto que en toda su anchura que riegan los cuatro ríos,  la pretendieron con brío los muchachos mas gentiles desde Rapelco hasta Pile del Renaico a Bio Bio.
 
         Además de cantar bien la niña su independencia tenía, con preferencias por un mozo de Malvén; no olvidemos que Mulchén era campo todavía y la gente en mayoría vivía desparramada sin cercados ni alambradas, todos de caballería.


       Un brujo de Triuquilemo con la mirada bizcacha se prendió de la muchacha tal como aquí lo veremos y apostar fue entre los temos que sombreaban la laguna un invunche medio hijo, una para que la vigilara y en lo posible estorbara a otros de más fortuna. 

      Esto dijo que venía del murmullo de la gente que inventa, pero no miente: Dijeron...dice....diría... con que crece cada día la más inflada copucha como cualquier paparrucha trasnochada o más temprana, ya que entre la especie humana la credulidad es mucha.

        El joven solía a andar de noche la serranía por ver a la que quería algún día desposar; Y cierta vez al pasar su derrota de costumbre oyó cerca de la cumbre la linda voz de la niña en amorosa cantiña con un dejo de quejumbre.

        Más tarde, en vano esperó que ella viniera a la cita, hasta que ahogando su cuita con el albor regresó, y cuando al fin decidió averiguarle a los viejos, estos se hallaban perplejos pues la niña tan querida era desaparecida alrededor y a lo lejos.

         Y comenzó el aderezo, cada cual le dio su alijo ¡que se dijo y no se dijo! de aquel extraño suceso, chismes había en exceso de que era presa de algunas dolencias inoportunas, lo menos que se decía que el invunche la tenía encantada en la laguna.
 
         El mozo escuchaba aquella murmuración abultada y en el cerro, la tonada con que lo llamaba ella; hasta que un día su estrella  a la ciudad lo llevó y en Los Angeles compró un hacha de ancho metal con el que taló el matorral donde el invunche espió.
 
         Y justo en aquel estío de impensados avatares, vinieron los militares a implantar su señorío, en la junta de los ríos el pueblo sentó su plan , fue entonces cuando el galán al roce le prendió fuego y el Cochento se vio luego grandioso como un volcán.
 
         Mucho se siguió diciendo en torno a lo acontecido, pero por fin el olvido lo fue de a poco cubriendo; hoy lo que voy escribiendo de toda la componenda no queda ninguna prenda, ni en magín que la produjo, ni está el invunche ni el brujo ¡sólo queda la leyenda!.


 (versión: Carlos Elgueta Vallejos)

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