miércoles, 23 de julio de 2014

EL ARBOL DE HILDA




          Había en un lugar cerca de mi casa, un campo llamado "La Cachañas", en este lugar de repente empezaron a suceder cosas muy extrañas. Una casa que durante mucho tiempo había estado abandonada, fue habitada más tarde por una maestra de escuela rural, la cual tenía una hija llamada Hilda. Ésta era muy hermosa, estaba en la edad de la adolescencia y ésta resaltaba de todas las demás por su belleza extrema.

         La casa era muy grande y rústica, como todas las casas de campo, tenía un baño muy lejos de ella, rodeado entero de castaños; se apunta este lugar porque fue en este sitio donde empezaron a suceder hechos insólitos y una prolongada desgracia para Hilda.

        Era un día de primavera cuando Hilda se disculpó para ir al baño un momento, pasaron los minutos y al no regresar, su madre un tanto preocupada y confundida por su demora, se dispuso ir a buscarla, en cierta forma reprochándose por no haberla acompañado. Al llegar al lugar y no encontrarla ahí, la empezó a buscar y a llamar cuando de repente empezó a escuchar los gritos y llantos de Hilda, le preguntó dónde estaba, entonces Hilda le respondió: ¡Aquí mamita, arriba!; cuán grande fue su sorpresa al mirar hacia arriba y encontrarla atada en la copa del más alto de los castaños. Sólo empezaba aquí la pesadilla de Hilda, la madre angustiada por no poder hacer nada, fue a buscar refuerzos por ahí cerca, llamó a varios hombres que se encontraban en casas cercanas para ver cómo podrían bajar a Hilda del castaño. Después de muchas peripecias, lograron sacarla e inmediatamente la interrogaron acerca de qué había sucedido, pero ella sólo dijo que había sido una brisa que la había levantado y atado a aquel gigantesco árbol. Después de esto y muy impresionada, sufrió un desmayo. La madre aún sobresaltada llamó a un médico del lugar para que viera qué sucedía con Hilda, pero él  dijo que no padecía de ninguna dolencia.

        Llegó la noche y el temor continuaba, entonces la madre llamó a algunos parientes cercanos para que la acompañaran. Aquella extraña brisa continuaba, la sacaba de la cama y la abofeteaba, en tanto a las personas que allí se encontraba, las lanzaba lejos dejándolos sin poder hacer nada por ella. Pasaron los días de la misma manera seguían sucediendo cosas extrañas, y esta cosa que la perseguía y acosaba cada vez adquiría mayor fuerza. Ella debía ser cuidada todo el tiempo por alguien, pero ni siquiera eso era suficiente, ya que esta fuerza la acompañaba día y noche, ni siquiera la dejaba comer puesto que a la hora de almorzar lanzaba a su plato cuanta cosa se le ocurría, sobre todo barro, además la abofeteaba delante de todos, sin que nadie pudiera hacer nada.
    
          Había transcurrido alrededor de un mes e Hilda seguía en su eterna pesadilla, se veía consumida y ya no sabía qué hacer. Aún no sabía qué era lo que la atormentaba, pues no lo había visto, pero ese día él se hizo presente sólo para ella; dijo que había sido un pequeño duende. Éste le hacía notar sus celos cuando se encontraba en presencia de hombres, en estos momentos seguía maltratándola. Todos se enteraron que lo que afectaba a Hilda era "su duende enamorado", mientras la angustia y desesperación estaban casi matándola, fue por ese entonces que al tratar de buscar término a este asunto, apareció un sacerdote, el cual tras bendecir a Hilda resolvió que habría que llevarla a un convento para alejarla del peligro.
   
  Creo que en ese lugar Hilda pudo haber encontrado refugio y vivir en paz pasando sus días dando gracias a Dios por librarse del espíritu que la atormentaba.    

Leyenda por Fernanda Torres Godoy  

No hay comentarios:

Publicar un comentario