No tiene ninguna traza de invento, la colina que hacia el
sur se ve desde nuestra plaza; cubría su falda rasa hasta los años cuarenta,
una viña soñolienta donde muchas veces fuimos a consumir los racimos por una
mínima cuenta.
La viña brotó
oportuna en la infancia de Mulchén por un colono de bien que consiguió hacer
fortuna; nadie tuvo queja alguna contra Francisco Tejeda de buenos tratos e
ideas que para el pueblo en sus días era "don Pancho Tejía mucho teje,
poco enrea".
Decían: - Para
ganar y ser rico en tiempo breve se ha de criar ¿quién se atreve? un culebrón
familiar; y en aquel tiempo y lugar, la notable situación de don Pancho era
razón de hallarse en las dependencias de la vida, la presencia de un macizo
culebrón.
El engendro, en el
denuedo de las lenguas lugareñas se escondía entre las breñas que circuían el
viñedo; su cabeza era un enredo de gato, nuco y pequén, la tusa de un palafrén
le bordeaba el espinazo ¡aquel bicho tan fierazo nunca antes visto en Mulchén!
Los negocios, toma
y daca, le rindieron a don Pancho a lo largo y a lo ancho tres fundos y una
barraca; y la farfulla, no flaca, entre un chisme y un adulo mordía sin
disimulo;
- Es que la suerte
le aliña el familiar de la viña por encargo del Malulo.
Tal era la
perspectiva cuando se avanzaba el siglo, con vestiglo y sin vestiglo
"tiraba el hombre p'arriba"; pero una sombra furtiva lo vigilaba a la
vera de su vida lisonjera enredándolo en un nudo, y don Pancho, tan suertudo
finó una tarde cualquiera.
La murmuración
poblana aumentó a poco del duelo reclamando en sus recelos la seguridad urbana;
vecinos de recias canas tenían preocupación por el feroz culebrón a sus anchas
en el predio tan sólo río por medio de la inerme población.
Las viejitas más
despiertas se ponían a seguro con sahumerios y conjuros y atrancando bien las
puertas; vagaban sombras inciertas presagio de vagos males y al filo de los
tapiales con pasos fríos y quedos corría un soplo de miedo bordeando los
arrabales.
Y no faltó quien
diría su desbocada inquietud en una solicitud de amparo a la policía; y en
corrillos se decía que era cosa de iniciar una causa judicial que hiciera a la
sucesión reo de mala intención y daños del familiar.
Todo aquel
murmuradero encajonó su deriva enviándoles misivas de ayuda a los herederos;
donde con puño certero y "con pana" nada escasa ofrecían darse trazas
para retar a una riña al culebrón en la viña y así matar la amenaza.
Formaban la
sucesión jóvenes de buen talento que leían muy contentos cada nueva remisión;
reían la decisión de aquellos provocadores y para fingirle honores con humor
inteligente formaron un expediente rotulado: "Campeadores".
Desde aquí siguió
el asunto desflecándose en los años y en estas rimas lo apañó sin que le falte
ni un punto; aunque en mi fuero barrunto que al margen de este bosquejo alguien
pregunte perplejo la suerte del culebrón; pero no hay información, tal vez se
murió de viejo.
(versión: Carlos Elgueta Vallejos)
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