Mucho tiempo atrás, en las afueras de la ciudad allá en lo
alto de un cerro iba el viejo Juan con su carga al hombro, hombre esforzado y
acostumbrado a la parte dura de la vida desde niño - en lo que hoy llamaríamos
el sector de la copa de agua- ya que a temprana edad se vio en la obligación de
transformarse en el sustento de su familia. Mulchén en aquella época no era más
que un pequeño poblado en desarrollo.
Siempre con el estómago medio vacío y la sensación de
faltarle horas de sueño iba recorriendo el bosque en busca de leña para
encender la hoguera que nunca calentaba lo suficiente el hogar. Por allá en lo
alto del cerro caminaba sin un rumbo específico, sumido en sus pensamientos,
con la sensación de haber hecho toda la vida la misma rutina y la triste
seguridad de que no la podía a cambiar.
Así seguía con la cabeza agachada mientras se le iba la
vida, hasta que algo adentrado en el bosque llamó su atención, era una luz que
cada vez se hacía mas intensa y a pesar de que cada fibra en él le decía que
huyera, algo en su interior lo impulsaba a continuar de frente al peligro
¿Serían acaso esas raíces guerreras que todos llevamos dentro gracias a
nuestros ancestros o la simple curiosidad? La cuestión es que continuó
acercándose a las llamas. Pensó en que debía tratar de apagar el fuego, pero su
cuerpo no respondía, aquello era algo especial, mágico y ahora lo podía
distinguir bien, estaba hipnotizado.
De frente a aquella maravilla, se sentía el hombre mas
asustado y bienaventurado pues entendía claramente la grandeza de lo que tenia
en frente y sabia lo que debía hacer. Lo que tenía antes sus ojos era un
Entierro, la leyenda había pasado por muchas generaciones y eran parte de la
pequeño herencia familiar que guardaba con cariño como un tesoro. Aunque no
imaginaba que alguna de ellas se haría realidad, y menos aún, que él podría ser
el protagonista.
Pero aún así, ahí estaba un corcel blanco como la nieve
recién caída, enmarcado sobre las llamas que cubrían cada paso que daba, se iba
alejando galopando casi sin tocar el lecho del bosque, de pronto se detuvo en
medio de un claro, se quedó ahí largo rato mirando directamente a Juan que se
acercaba cada vez más hasta quedar a unos tres metros de distancia.
Durante unos minutos los dos estuvieron mirándose fijamente,
Juan pudo observar su alma reflejada en los ojos del animal, se sintió perdido
en la oscuridad de aquella mirada y por poco no vuelve, solo regresó a la
realidad cuando el caballo comenzó a relinchar y alzarse para dar fuertes
pisadas en el mismo lugar. En aquel momento salió galopando a toda velocidad
por el bosque pero esta vez Juan no lo siguió, ya había encontrado el lugar que
esperaba. Marcó el sitio con dos ramas colocándolas en forma de cruz y fue a su
casa en busca de materiales para la jornada que se le venía.
Según la leyenda, cuando ocurrían este tipo de apariciones
el animal te lleva a un lugar en el que se encuentra escondido un tesoro que
mejoraría la vida de cualquiera, esto se le conocía como un ?Entierro?. Pero
para obtenerlo debías soportar una serie de visiones de seres endiablados de
todo tipo, por eso la recompensa solo la obtenían muy pocos. Juan estaba seguro
de que lo lograría.
Estaba listo para comenzar a cavar. La duda lo embargó un
momento pero tomó valor al pensar en la posibilidad de que sus sueños
abandonados en el rincón mas profundo de su ser, podrían al fin realizarse.
La primera palada, nada ocurrió pensó que esta parte de la
leyenda debía ser falsa, hasta que al poco excavar vio aparecer desde el fondo
y a toda velocidad hacia él los fantasmas de sus de sus deseos no cumplidos, la
respiración agitada y otra palada, sus más velados miedos se hicieron realidad
presentándose ante él, el corazón le iba a estallar, retrocedió un paso y tuvo
el impulso de salir corriendo despavorido pero logró resistir. ¿Era el más
valiente o era solo que ya no tenía nada que perder?
Al fin la última, había llegado al fondo, se quedó congelado
bañado en sudor rodeado de la oscuridad del bosque acompañado de la luna llena,
silenciosa testigo del pacto secreto que se conjuraba en ese momento entre Juan
y Amo de Tinieblas. Una vida llena de lujos y éxitos todos sus sueños hechos
realidad a cambio del módico precio. Un alma acongojada de por vida, pues nunca
más le pertenecería.
Solo un interminable segundo tardó su torpe razonamiento,
pero la soledad y pobreza ya no la quería más, pensó que habían sido demasiados
años como hijo del rigor y ahora había llegado su oportunidad, en nada más
recapacitó. Así en poco tiempo y sin esfuerzo en un gran hacendado se
convirtió, y nunca más le faltó el alimento ni volvió a sintió frío otra vez.
Llegado el final de sus años, una rara y dolorosa enfermedad
lo atacó, por muchos años sufrió agonizando físicamente, pero el dolor que
llevaba en su interior era más poderoso. Desde la noche del acuerdo nunca
volvió a tener un sueño consolador, cada una de las noches acudía a él un
mensajero del Amo de las Tinieblas a recordarle su convenio. Solo deseaba morir
pero sabía muy bien que ese beneficio no se le concedería tan fácilmente.
En un acto, mezcla de desesperación de arrepentimiento y
como última oportunidad de entregar amor Juan decidió repartir entre los más
necesitados de la ciudad su fortuna, pues si bien al principio la disfrutó, hoy
solo quería descansar en paz.
Al otro día Juan yacía en su lecho con una cálida sonrisa,
pues su alma fue recompensada, aquella noche se batió una batalla entre la luz
y las sombras. Por fortuna para Juan la Luz fue la vencedora y su alma al fin
pudo descansar en paz.
Tamara Moreno